¡Por todos los dioses del Olimpo, J! ¡Que mil rayos me corten en juliana si lo que voy a decir es falso!. Tan cierto como que el sol se asoma por Gerona antes que por La Coruña que fuiste tú quien entintó el mapa en el territorio al que te refieres. Recuerda que, preso de rabia, embadurnaste de tinta lo que, bien que mal, entendiste que era el origen de mis desdichas, la llamada zona cero que empitonó mi orgullo, la tierra desde la que partían dardos de burla y desprecio. Recuerda J que antes de que el hocico del minino descansara en la tierra de mis desengaños tú ya estabas armado de un grueso lápiz con el color de la sangre en su extremo. Y no te avergüence reconocerlo, amigo del alma, que si reaccionaste como lo hiciste, con pundonor y orgullo, fue por la estima que me dispensas, que una punzada en mi costado se te representa un mandoble en tu corazón. Por ello no llego a comprender, hermano, por qué falseas la realidad con tanto desparpajo.
Si no me hubieras alterado el ánimo con tan pasmosa misiva, ya mismo te estaría contando cómo discurrió aquella noche sevillana con la trianera. Hasta que recupere el aliento y pueda seguir con la narración sólo te adelantaré que cerramos la boat, y la del alba sería cuando salimos a la calle entre un pasillo de recios porteros que me guiñaban el ojo mientras con la cabeza señalaban a la bella sevillana, código que entre hombres representa admiración y codicia.
Termino por hoy, y hasta que se me aplaque la ira por tu misiva, contándote que una vez en la calle en honor a Don Luis Montoto, se produjo un momento de tensión e incertidumbre en el que, era consciente, me lo jugaba el todo por el todo. Preguntó Mercedes de Triana:
-¿Qué hacemos?
Saludos, amigo J. Búho
7 oct 2009
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