Querido J.
Es la rutina, hermano. O mejor decir, es mi cansancio de ella lo que me han empujado a plantearme una vida de peregrinaje. He observado que no me lo has preguntado, pero como te conozco mejor de lo que lo hizo la madre que te parió atribuyo tu silencio y tu aparente ausencia de curiosidad al proverbial sentido de la discreción que te adorna desde la niñez, antes que achacarlo a una impensable dejadez de interes por mis cosas, que también son las tuyas. O eso espero.
Como ya te digo, prudente amigo, la repetición de rostros, lugares y conversaciones provoca tal tedio en el alma que si no andas presto puede abocarte a malos hábitos como lo es la ingesta de alcohol sin medida o la búsqueda de aficiones aún más dañinas. Con eso y todo, como bien sabes, yo me puedo considerar afortunado al haber regentado un local con mucho tráfico de gentes varias y con innumerables oportunidades para confraternizar con gentiles y hermosas damas. Pero, como ya te he contado en otras ocasiones, mi inclinación por la soledad y la autonomía me desencaja en una vida social desganada en sumo grado.
Te cuento estas intimidades, que para ti no deben de serlo amigo J, porque me ha parecido adivinar en tu carta pública, donde pones de "chupa de dómine" a las mujeres, una provocación para averiguar si es una "maldad fría y sabia" la que me empuja a una vida de peregrinaje cual feriante en meses de verano. Que sepas, fisgón amigo, que si bien es cierto que la mujer a la que no empujas acaba por empujarte, en este mi caso es una suma de acontecimientos la que aconseja mi retirada; retirada que no será tal donde esté, pero sí donde estuve.
Esta es parte de mi vida misma, que no mi confesión, qurido J, y la otra parte que no te cuento porque esta carta se ha prolongado en exceso, la irás conociendo a medida que mi ánimo así me lo aconseje.
Un abrazo. Búho
21 sept 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario