Querido J.
Perplejo me tienes, amigo del alma. Primero arremetes contra el francés aun sabiendo que mis pasos se pueden encaminar hasta la nación vecina; y ahora, como queriendo nublarme las entendederas y ponerme de mala leche, me cuentas que el mar ha dejado de susurrar y toca el momento de abroncar sin compasión. Por añadidura me recuerdas que el día mengua hasta provocar la angustia entre quienes precisamos de la luz y el calor...aunque... mientras escribo reflexiono, astuto amigo.
La negrura de horizonte que has plasmado en tu escrito, taimado amigo, tal vez sea un mensaje. Tú, como yo, temes al invierno más que al propio infierno, donde por cierto te he de mandar si lo que intuyo es cierto. Lo que barrunto, camarada de llantos y risas, es que me quieres enfilar por una de las rutas de mi mapa de cuero, y no precisamente rumbo al norte. ¡Quiá, creo que te he pillado!. Sin duda llevado por la estima que le tienes a nuestra vieja amistad, y conocedor de mi querencia sureña, es por lo que, yo creo, pintas mal arriba para que busque abajo. Pues ya te digo que es un superfluo, por innecesario, empeño. Y algo de trampa intuyo en esta gentil recomendación, querido J, porque, como bien sabes, y lo sabes a fuerza de habértelo repetido en innumerables ocasiones, mi tocata y fuga será a lugares de sol y luz, allá , por el trópico de mi zodiaco. Y que la gripe A me rodee y me ahogue si no adivino otro propósito en tu recomendación: deseas que esté donde a ti te gusta estar, de manera que cuando me visites lo hagas con mayor placer...¡pero qué interesado te has vuelto, hermano!. En fin, que no hacían falta tantos rodeos para llegar al mismo sitio al que, como ya sabes, yo pretendo llegar.
Un abrazo, amigo J, con el deseo de que dejes de ser tan retorcido. Búho
16 sept 2009
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